Reflexiones sobre la formación académica.
Reflexiones sobre la formación académica.
La educación universitaria tiende a formar a expertos en el manejo de ciertos paradigmas, pero con serios problemas a la hora de enfrentarse a los cambios de paradigmas.
Hace algunos días publiqué en este medio la traducción de lo que parecía ser el discurso de Larry Ellison a los graduados de la Universidad de Yale el año 2000. Sin embargo, y posteriormente a su publicación, me hicieron ver que tal discurso no era más que una de las tantas leyendas urbanas que pululan por Internet…..con la consiguiente sensación de “¡¡¡trágame tierra!!!” que me invadió cuando lo supe. Sin embargo, hay algo de verdad en este supuesto discurso: el hecho de que muchos de los hombres más ricos del mundo en la actualidad (Bill Gates, Paul Allen, Michael Dell y el propio Larry Ellison) son desertores universitarios, jóvenes que dejaron de estudiar para desarrollar emprendimientos en el área de la informática, y que luego de darle el “palo al gato”, se hicieron multimillonarios. Esto me llamó profundamente la atención, porque la principal razón por la que la mayoría de los padres aspiran que sus hijos sean profesionales universitarios es para, precisamente, poder acceder a mejores niveles de sueldo para asegurarse el futuro, y la historia de estos magnates parece contradecir esta idea.
Hace algún tiempo leí el interesante libro “Mi primer millón”, de Charles Albert Poissant y Christian Godefroy, en el cual se cuenta la historia de 10 famosos multimillonarios, analizando a partir de ellas los motivos de su éxito. Los magnates estudiados fueron Henry Ford, Conrad Hilton, Thomas Watson (IBM), Ray Kroc (Mc Donalds), Soichiro Honda, Walt Disney, Aristóteles Onassis, John Rockefeller, Jean-Paul Getty y Steven Spielberg. Dentro de los diferentes aspectos analizados, hay uno que resalta: salvo Jean Paul Getty (quien culminó exitosamente sus estudios en Oxford), ninguno de ellos fue una lumbrera académica. Es más, muchos de ellos pasaron por la escuela como “porros” o “burros” y otros, como Onassis, simplemente no terminaron su educación. Y algunos desarrollaron una visión más bien negativa de la educación.
El libro dedica un capítulo completo al tema de la educación. A continuación citaré algunos de los conceptos más relevantes:
- Estos millonarios no son seres “instruidos” en el sentido tradicional. Muchos de ellos consideraron la educación tradicional como una pérdida de tiempo, pues no les enseñaba nada que les sirviera para su principal objetivo: ganar dinero.
- Los autores consideran que los conocimientos que se adquieren en las aulas académicas no están de más, menos aún en esta época de avances tecnológicos. Además, consideran que son decisivos para obtener mejor status económico en las empresas o mercados donde se requiere personal altalmente calificado. Sin embargo, en el caso de los dueños de grandes fortunas, la educación formal no sólo no ayuda, sino que puede incluso llegar a ser un gran estorbo para el aspirante a millonario.
- Aunque Jean Paul Getty terminó sus estudios, sentía más entusiasmo al estar en contacto con los obreros de las compañías petrolíferas de su padre. Se sintió asfixiado y perdiendo el tiempo en el sistema educacional estadounidense, por lo que se fue a Oxford donde se acomodó mejor y logró titularse.
- La educación tradicional privilegia el desarrollo de una inteligencia metódica y del rigor intelectual, que son fundamentales para la investigación académica, pero que se transformar en un estorbo mental para los aspirantes a millonarios. Al privilegiar la rendición de cuentas fieles, las traducciones exactas y los experimentos de laboratorio minuciosos, se desarrolla en las mentes una gran propensión a los escrúpulos, que lleva a hacer análisis a ultranza e inhiben la acción, llevando al inmovilismo, a no hacer nada hasta que “estén las condiciones dadas”. Además, los hace poco ágiles para un mundo como el de los negocios, lleno de contraverdades hipócritas y promesas falaces, y donde el que no es oportunista simplemente no triunfa. Los millonarios estudiados, por el contrario, son capaces de “quemar sus naves” y de “tirarse a la piscina”.
- La educación tradicional inhibe la audacia, la iniciativa y desarrolla una gran aversión al riesgo, y le quita importancia a la intuición (percepción instintiva e irracional, sentido común, sabiduría popular). Si algo caracterizó a los millonarios estudiados, fue que se dejaron llevar por sus intuiciones, y gracias a ellas le pegaron el “palo al gato”.
- Los millonarios analizados se caracterizaron por no tenerle miedo al aprendizaje por “ensayo y error” ni a ensuciarse las manos. Henry Ford, por ejemplo, leyó los trabajos más recientes sobre máquinas que dispuso en su momento, pero obtuvo sus mejores conclusiones de sus experimentos prácticos. Aún siendo multimillonario, Soichiro Honda continuó trabajando en los “fierros” tratando de perfeccionar sus motos. Esta gente desarrolló una actitud positiva frente a los errores y fracasos: no se quedaron petrificados frente a ellos, pero aprendieron las lecciones que les dejaron. Por el contrario la gente de formación académica en general suele gastar tiempo en análisis para evitar fracasos y errores, y desarrolla una gran aversión a todo trabajo que implique “ensuciarse las manos”.
- Los estudios universitarios son, en general, demasiado largos, y postergan el ingreso de los aspirantes a millonarios en el mundo de los negocios.
- Los millonarios estudiados son instruidos, pero en otro sentido: son especialistas en su rubro, conocen a fondo todo con respecto a la rama de actividad en la que hicieron su fortuna, y nunca dejaron de aprender, viviendo en un estado de instrucción permanente. Spielberg, por ejemplo, conoce como la palma de su mano todos los aspectos del quehacer cinematográfico.
- A estos magnates les importaron poco o nada los diplomas, títulos o grados. Lo que sí les interesaron eran los conocimientos necesarios para mejorar en su actividad. Soichiro Honda, por ejemplo, decidió entrar a estudiar ingeniería a la universidad para adquirir los conocimientos que le permitieran mejorar la calidad de los pistones de sus moticicletas. Solamente tomó las asignaturas referidas a lo que le interesaba, nunca rindió exámenes y lo terminaron expulsando. Sin embargo, logró los conocimientos que necesitaba. El siguiente comentario resulta elocuente: “yo era como un hombre hambriento al que se le quería explicar largamente las leyes generales de la dietética y sus consecuencias y aplicaciones, en lugar de darle de comer”.
- Para estos millonarios no era prioridad ser unas “enciclopedias ambulantes”. Para ellos era más importante usar la mente para pensar que como depósito de información. Henry Ford, por ejemplo, fue considerado en su tiempo un personaje ignorante y simplote, del cual muchos se burlaban. De hecho, en una ocasión lo sometieron a un interrogatorio sobre cultura general con el fin de dejar en evidencia su poca educación formal. Sin embargo, respondió que no necesitaba saber esas cosas, pues tenía muchos botones en su oficina, y al apretar uno se ponía en contacto con la persona que podía suplir sus deficiencias. En otra ocasión le preguntaron cuántas pulgadas hay en un metro, y contesto “No lo sé. ¿Porqué tendría que llenarme la cabeza de información que puedo encontrar en dos minutos en cualquier libro de consulta común?
En Enero pasado tuve la oportunidad de asistir a una interesante conferencia del destacado académico estadounidense Carver Mead en la Universidad Santa María. En ella, Mead asumió una postura sumamente crítica respecto de la educación tradicional. He aquí algunos conceptos que pude rescatar e interpretar de sus palabras:
- La enseñanza tradicional de la física se centra en la teoría y en la ejercitación de la teoría, con mucho énfasis en el cálculo. Se enseñan modelos que, en muchos casos, ya han sido superados por investigaciones más avanzadas.
- La experiencia indica que lo mejor es enseñar desde la práctica. Las empresas están llenas de gente sin ninguna preparación teórica, pero con un gran conocimiento práctico, y que es sumamente productiva. Entre un teórico que no sabe hacer nada y un práctico que no entiende el fondo teórico de lo que hace, pero lo hace bien, es mil veces preferible este último.
- El mundo cambia, y el conocimiento aumenta rápidamente y la manera en que se ha enseñado tradicionalmente ya no responde a la situación actual. Este cambio no es obvio ni fácil de hacer. La manera tradicional de hacer clases es inútil, pues sólo forma gente especializada en ciertos conocimientos, pero con poco estímulo a la creatividad y a formularse preguntas. Se forman estudiantes fuertes en el manejo de ciertos paradigmas, pero con poca práctica en cambiar de paradigmas. Con ello, no se premia la creatividad ni la innovación. A lo más, pueden llegar a ser buenos consultores en su especialidad.
- Se tiene la idea que todo lo que se enseña en la universidad son materias necesarias e indispensables para el desarrollo profesional posterior. A lo mejor eso era verdad hace 50 años, pero no es así en la actualidad.
- Para innovar, lo más valioso no son las respuestas, sino que las preguntas. El sistema actual tiende a premiar más las respuestas que a las preguntas. En el esquema tradicional, fallar es un crimen que se paga caro (el que tiene las respuestas correctas, aprueba y pasa de curso). En la realidad, es parte del proceso de aprendizaje.
- Se requiere incentivar la autonomía, la creatividad y la innovación. La clave es obligar a los estudiantes piensen por sí mismos y se hagan responsables de su propio futuro. Se puede hacer exponiendo temas nuevos, no conocidos, en donde no existe todavía una teoría armada. Ello permitiría alcanzar mayores niveles de profundización.
- ¿Porqué los judíos son tan inteligentes?. Porque les enseñan desde niños a responder con preguntas. Cuando llegan del colegio, la primera pregunta que los padres le hacen a sus hijos es ¿Cuántas preguntas inteligentes hiciste hoy?
Entre el discurso de Ellison, el análisis de Poissant y Godefroy, las ideas de Mead y mi propia experiencia, puedo llegar a la siguiente conclusión: la educación universitaria tiende a formar a expertos en el manejo de ciertos paradigmas, pero con serios problemas a la hora de enfrentarse a los cambios de paradigmas. Para decirlo gráficamente, se forman expertos en usar el martillo, que se manejan a las mil maravillas con él, pero que ante una situación en la que el martillo no sirve o es muy ineficiente (por ejemplo, cortar un trozo de madera) quedan paralogizados, pues su estructura conceptual los lleva a mirarlo todo como si fuera un clavo. Les enseñan a ser expertos en un paradigma, a resolver problemas dentro de un conjunto de supuestos aceptados, pero les cuesta mucho moverse entre paradigmas, cuestionando tales supuestos. Tal como decía Thomas Kuhn en su libro “La Estructura de las Revoluciones Científicas”, son incapaces de percibir los fenómenos que no coinciden con el paradigma establecido y aprendido. En ese sentido, los “ignorantes” sin formación universitaria tienen la ventaja de, al no tener un conjunto de creencias que los limite, tienen la libertad de probar ideas nuevas sin cargos de conciencia. Parafraseando al famoso libro ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson, se forma gente con un sistema de creencias y supuestos que le permite moverse bien cuando hay mucho queso (como las “personitas” Kif y Kof), pero que los estorba e inmoviliza en cuanto éste se acaba y tiene que buscar nuevo queso. Por el contrario, los “ignorantes” sin sistemas de creencias (como los ratoncitos Oli y Corri) pueden ser algo ineficientes, pero saben moverse rápido cuando se acaba el queso, y son capaces de encontrar un trozo nuevo con más eficiencia.
Creo que el problema no es aprender o no aprender lo que nos enseñan. Ningún conocimiento está de más. El tema es NO ASUMIRLOs COMO DOGMAs, como verdades inmutables válidas a todo evento y que nos dan la solución a todos nuestros problemas. La sabiduría universal es un mar infinito del cual apenas conocemos unas gotitas. Los que afirmaron que las Leyes de Newton bastaban para entender toda la física del universo tuvieron que retractarse después de que la Teoría de Relatividad de Einstein demostró que solamente eran un caso particular para velocidades despreciables con respecto a la de la luz. A la larga, lo que uno ve en la universidad son MODELOS, que como tales tienen validez solamente dentro de determinados límites, y de las que, más que su exactitud, interesa su utilidad.
Para concluir, concuerdo con Mead en cuanto a que los nuevos tiempos exigen la formación de profesionales intelectualmente críticos y flexibles, capaces de moverse en los cambios de paradigmas como surfistas en las olas. Eso se ve muy complicado en la actualidad, debido a que los que hacemos clases en la actualidad fuimos formados en el modelo antiguo, y porque las deficiencias con que llegan los estudiantes desde la educación media transforman esto en casi una utopía. Sin embargo, creo que el futuro de la academia va para ese lado.
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