Monday, December 26, 2005

Algunas reflexiones en torno a la docencia universitaria


Algunas reflexiones en torno a la docencia universitaria
A la fecha, tengo 10 años de experiencia como docente a nivel universitario. He sido profesor de Física, Matemáticas, Electrónica y Telecomunicaciones en tres universidades tradicionales (USM, PUCV y U de Valparaíso) y en la Academia Politécnica Naval, donde he tenido la oportuinidad de enseñar tanto a Oficiales como a Gente de Mar. Además, tengo en el cuerpo dos diplomados relacionados con el tema docente. Por ello, me siento en condiciones de hacer algunas reflexiones frente al actual estado de cosas de la educación superior en Chile.
¿Esto es o no es una universidad?: Soy un firme convencido de que LA UNIVERSIDAD NO ES PARA TODOS, SINO QUE SOLAMENTE PARA LOS QUE SE LA PUEDEN. Por definición y esencia, la universidad es una institución reservada para la elite intelectual, y el que quiera estar acá tiene que demostrar que son merecedores de permanecer allí. Como dijo Cristo, no se pueden regalar las joyas a los cerdos. Hay gente que, ya sea por temas vocacionales, de madurez o de actitud, simplemente NO DA EL ANCHO, y mantenerla artificialmente por motivaciones económicas es, a la larga, vender moneda falsa.
Lamentablemente, algunas consideraciones de orden cortoplacista y económico estén prostituyendo la universidad y convirtiéndola en un ente cada vez más “light” y permisivo. . El “arribismo” está muy enquistado en la idiosincracia nacional, y ha llevado a pretender que “todos” tengan títulos universitarios, lo cual simplemente no es real, más aún considerando las tremendas exigencias que la sociedad globalizada les hace a los nuevos profesionales y el desastroso estado del sistema educacional chileno en estos momentos. Para lograr una cosa así, se tendrían que bajar la exigencia a niveles inaceptables, con lo que a la larga, la carrera universitaria se transformaría en lo que Fernando Villegas llama “una carrera de vacas preñadas, donde gana la que tiene tranco más largo”, donde tendríamos muchos profesionales con una formación extremadamente débil.
¿Título universitario o la muerte?: En Chile se tiene muy arraigada la idea de la universidad como único y gran ascensor social y económico, algo que pudo ser cierto en el pasado, pero que en estos momentos no me parece tan claro.
  • Muchos de los personajes más ricos del mundo son hombres sin estudios universitarios, e incluso sin estudios de secundaria (lo que en Estados Unidos se llama “self-made-man”). En el libro “Mi primer millón”, de  Charles Poissant y Christian Godefroy, se mencionan los casos de diez reconocidos multimillonarios de diferentes ámbitos: Jean Paul Getty, Thomas Watson (IBM), Conrad Hilton, Steven Spielberg, John Rockefeller, Ray Kroc (McDonald), Walt Disney, Henry Ford, Soichiro Honda y Aristóteles Onassis. De estos personajes, solamente Getty (recientemente fallecido) posee estudios universitarios de nivel superior. Los demás no terminaron la universidad, pasaron por el colegio como alumnos “del montón” y, en algunos casos, ni siquiera tienen educación básica completa. En ese libro, incluso se insinúa que la educación formal es más un estorbo que una ayuda para el éxito en la obtención de riqueza. Otro ejemplo similar es el de Constantino Kochifas, el rey del turismo en la zona austral de Chile, mencionado en el libro “Nuestra Mentalidad Económica” de Pablo Hunneus. Parece ser que, más que la formación académica, la clave es la pasión por lo que uno hace, la paciencia, la perseverancia, la capacidad de aprender de los errores y la audacia para saber aprovechar las oportunidades.

  • Es cosa de ver la TV y los diarios para darse cuenta de las cantidades de plata que se manejan en el mundo de la farándula y del deporte. Recuerdo que vi el programa “Rojo” el día en que mostraron la graduación del bailarín Nelson Mauri, tipo más bien negado para el tema de los estudios, y que incluso estuvo a punto de dejarlos. Recuerdo la escena en que el Mauri fue a buscar a una compañera para llevarla a la graduación en un espectacular convertible, que de seguro costó más que todos los autos de sus profesores juntos. Me imagino lo que pasó por la mente de sus compañeros: “Qué saco con esforzarme por estudiar en el colegio y tener una carrera, si este gil flojo y porro gana el tremendo billete por bailar y tontear en TV?”. Da lata pensar en los sueldos de algunos futbolistas mediocres y de ciertos personajes de la farándula que cortan los billetes con cincel por ir a hablar tonteras o intimidades.

  • Ya se está dando con fuerza el fenómeno de los “cesantes ilustrados”, es decir, personajes con sendos títulos universitarios, pero sin pega porque no hay mercado para ellos. Con la proliferación de universidades y carreras, y el aumento de alumnos en ellas, resulta razonable pensar en un aumento del número de personas en esta situación, lo que podría traer consecuencias en el futuro.
Por todo lo anterior, hay que empezar a cuestionarse seriamente la idea de que la universidad sea la única opción para tener un buen futuro
¿Motivar....hasta dónde?: A mi me gusta ayudar a mis alumnos y muchos profesores me ayudaron cuando lo fui. Creo que la motivación es parte de la labor de un profesor. Pero de ahí a decir que “las notas son malas y el alumno es flojo porque el profe no lo supo motivar”, creo que hay una distancia enorme. Como dijo Marilyn Ferguson, “nadie puede convencer a otro que cambie. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio que sólo puede abrirse desde adentro. No podemos abrir la puerta de otro, ni con argumentos ni con apelaciones emocionales”. Un profesor puede hacer mil y un malabares en clases, pero si los alumnos no llegan con una disposición mínima para el estudio, ni siquiera el mejor pedagogo del mundo va a lograr algo con ellos. Un profesor puede inspirar o servir de modelo, pero a la larga el alumno es el que se tiene que auto-motivar. Aunque soy partidario de apoyar al que pide ayuda y demuestra interés y esfuerzo, me parece peligroso formar alumnos que vayan “de la mano”, en especial considerando que van a entrar a un mundo competitivo y globalizado, donde van a tener que ser “empresarios de su propia carrera” y donde muchos de ellos van a tener que trabajar como independientes o incluso como emprendedores, lo que exige automotivación a raudales. Lo que menos se necesita en el futuro es profesionales dependientes y sin iniciativa.
Los verdaderos conceptos de “cliente” y “servicio”:.La idea de alumno como “cliente” y de la universidad como “prestadora de servicios” es bastante controvertida. Aunque los modelos ISO (que hace tiempo que se están aplicando al quehacer académico) las tienen incorporadas, resultan difíciles de tragar para los que sostienen posturas más conservadoras. De partida, existe una diferencia brutal entre ser cliente de una universidad y ser cliente de un servicio comercial, como un supermercado, en esencia porque los tipos de servicio son diferentes. Creo que, si vamos a hablar de los alumnos como “clientes”, hay que definir claramente cuál es el tipo de “servicio” que se les entrega. A mi entender, hay dos maneras de definir tal servicio:
  • Entrega de títulos profesionales: A mi entender, una definición muy peligrosa, pues obliga a aprobar a los alumnos como sea. Si yo hago marketing prometiendo títulos y después no lo entrego, estoy estafando a los clientes, quienes están pagando por un título y, por lo tanto, se van a querer llevar un título (independiente de cómo lo obtenga, pues ese es problema del prestador de servicios)

  • Formación universitaria a nivel de pregrado: Creo que es la mejor definición, pues el cliente no paga por el título, sino que por una formación universitaria que, si se cumplen determinadas condiciones que son parte del contrato, es conducente a un título profesional. Aquí la estafa sería el dar una mala formación o no darla, pero no tendría nada que ver con entregar o no los títulos. Esto permitiría, por ejemplo, reprobar o incluso eliminar a algún alumno sin violar los términos de contrato alguno.
Además, creo que es bueno dejar en claro desde un comienzo que, cuando uno presta un servicio busca satisfacer las necesidades del cliente, no sus deseos. Y, en ese sentido, decirle a un alumno deficiente que tiene que reprobar el ramo, o incluso que tiene que irse de la universidad es parte del servicio. Por el contrario, si a ese alumno deficiente se le deja aprobar o titularse se le satisface un deseo, pero se le da un mal servicio. En tal caso se estaría actuando como esclavo o como el genio de la lámpara de Aladino (“sus deseos son órdenes, mi amo”).
Sobre la soberanía de los profesores: Parto de la siguiente premisa: el único que tiene derecho a ser Todopoderoso y Omnipotente es Dios. Todos los demás tenemos que rendir cuenta y explicar nuestros actos.. Darle el poder absoluto a alguien resulta sumamente peligroso, en especial si esa persona no está preparada (y, a la larga, nadie lo está) para manejarlo, donde el riesgo de descriterios, abusos e injusticias es real. En particular, no me parece que la docencia tenga que estar basada en la discrecionalidad de un profesor todopoderoso y dueño absoluto de la verdad, pues siempre existe el riesgo de abusos y descriterios.
Exigente, pero justo: Una cosa es la exigencia y otra muy distinta es el descriterio. Uno puede y tiene que llevar a los alumnos a que den lo más de si, porque es parte de la formación universitaria y porque cvuando vayan a trabajar la exigencia va a ser mucho mayor. Pero esa exigencia debe hacerse dentro de marcos razonables y conocidos por todos. Soy de la idea de que las reglas estén bien puestas desde un comienzo, que se sepa claramente qué es lo que se espera de los alumnos y los que reprobaron sepan claramente qué les faltó para aprobar. En ese sentido, una cierta formación pedagógica permitiría que cada profesor pueda hacerse de una serie de parámetros objetivos con los cuales apoyarse a la hora de tomar decisiones de aprobación o reprobación, reduciendo las consideraciones subjetivas al mínimo posible.