Tuesday, March 28, 2006

Loser Cum Laude



El año 2000, el CEO de ORACLE, Larry Ellison, hizo un audaz y polémico discurso en la ceremonia de graduación de la prestigiosa Universidad de Yale. Esta es una traducción (lo más fiel posible) de tal intervención, que si bien es irrespetuosa, sirve para reflexionar respecto del quehacer académico y universitario.

"Graduados de la universidad de Yale, me disculpo si ustedes han soportado este tipo de introducción antes, pero quiero que hagan algo para mí. Por favor, miren bien alrededor de ustedes. Miren al compañero a su izquierda. Miren al compañero a su derecha. Ahora, consideren esto: en cinco años más, en 10 años más, incluso en 30 años más, lo más probable es que la persona a su izquierda será un perdedor. La persona en la su derecha, por su parte, también será un perdedor. ¿Y ustedes, en el centro? ¿Qué pueden esperar? Perdedores. Fracasados. “Loser Cum Laude”.

De hecho, tal como vi a muchos antes de mi, no veo mil esperanzas para un brillante mañana. No veo a mil líderes del futuro en mil industrias. Veo a mil perdedores.
Están trastornados. Eso es comprensible.

Después de todo, ¿porqué yo, Lawrence "Larry" Ellison, un desertor universitario, tengo la osadía de lanzarle tales herejías a la clase que se gradúa de una de las instituciones más prestigiosas de la nación? Le diré por qué. Porque no son como yo, Lawrence "Larry" Ellison, el segundo hombre más rico del planeta. Soy un desertor, y ustedes no. Porque Bill Gates, el hombre más rico de planeta –por ahora- es un desertor, y ustedes no. Porque Paul Allen, el tercer hombre más rico del planeta, fue echado de la universidad, y ustedes no. Y, para dejar constancia, porque Michael Dell, el No. 9 en la lista y en rápido ascenso, es un desertor, y ustedes, una vez más, no lo son.

Hmm... están trastornados Eso es comprensible. Déjenme tan solo acariciar ligeramente sus egos por un momento precisando, con toda sinceridad, que sus diplomas no fueron logrados en vano. La mayoría de ustedes, me imagino, han pasado cuatro a cinco años aquí, y lo que han aprendido y aguantado les seráde mucha utilidad en los años venideros. Han establecido buenos hábitos de trabajo. Han establecido una red de contactos que les ayudará a recorrer el camino. Y han establecido cuáles serán sus relaciones de por vida con la palabra "terapia."
Todo esto es bueno. Porque de verdad, ustedes necesitarán esas redes. Necesitarán esos fuertes hábitos de trabajo. Necesitarán esa terapia. La necesitarán porque no son desertores, así que nunca estarán entre la gente más rica del mundo. Oh, seguramente podrán, quizás, trabajando duro, llegar hasta el #10 o # 11, como Steve Ballmer. ¿Pero de seguro no tengo que decirles para quien él realmente trabaja? (Nota del Traductor: Steve Ballmer trabaja para Bill Gates)

Y para el expediente, él es desertor de la escuela de graduados.

Finalmente, me doy cuenta que muchos de ustedes, y esperanzadamente ahora la mayoría de ustedes, se están preguntando, "¿Hay algo que pueda hacer? ¿Tengo alguna esperanza?. Realmente, no. Es demasiado tarde. Han absorbido demasiado, piensan que saben demasiado. Nunca más van a tener 19 años. Ustedes tienen un casco incorporado, y no estoy refiriendo a los birretes de graduación en sus cabezas.

Hmm... realmente están muy trastornados. Eso es comprensible.

Quizás sería un buen momento para abrir el cofre del tesoro. Pero no para ustedes, clase del año 2000. Ustedes son una amortización, así que los dejaré hundiéndose en sus patéticos trabajos de US$200,000 al año, donde sus cheques serán firmados por sus antiguos compañeros que desertaron hace dos años.

En vez de eso, deseo darles esperanzas a sus compañeros de cursos inferiores. Se los digo a ustedes, y sin dudar en lo más mínimo:

VÁYANSE. Embalen sus cosas y sus ideas y váyanse. Deserten. Empiecen desde cero. Puedo decirles que el birrete y la toga los hundirán con tanta seguridad como que estos guardias de seguridad me están sacando....."

(Ellison es sacado de la ceremonia por guardias de seguridad, en medio del repudio generalizado de los graduados.)

Thursday, March 16, 2006

La Ley del Mínimo Esfuerzo y el Aprendizaje



La Ley del Mínimo Esfuerzo y el Aprendizaje
¿Qué es la ley del mínimo esfuerzo?, ¿Qué implica?, ¿Cuáles son sus consecuencias en el proceso del aprendizaje?. Aquí hago alguns reflexiones al respecto.

Es la gran justificación de los estudiantes que se conforman con pasar “raspando”; la razón final por la que las cosas se suelen hacer a medias; el motivo último por el que nos cuesta deshacernos de nuestros vicios y malas costumbres. La nunca bien ponderada “ley del mínimo esfuerzo” es el mantra preferido, la excusa más solicitada por los que no llegan al máximo de su potencial. Es lo que hace que la gente que quiera adelgazar invierta dinero en comprar las máquinas o píldoras que prometen hacer el milagro sin dieta, gimnasia ni esfuerzo. Parece ser parte del ADN latinoamericano. En México se describe así: “yo hago como que trabajo, y mi empresa hace como que me paga”. En Argentina se describe de esta otra forma: “puedo hacerlo mejor, pero no prometo nada”. Más claro fue Coco Legrand en el pasado Festival de Viña: “¿Para qué hacer las cosas bien, si se pueden hacer como las pelotas?”. Sin embargo, estas descripciones son, en realidad, una descripción parcial y algo tendenciosa de una de las leyes más importantes de la naturaleza.

Tal como las personas, los procesos naturales se las arreglan de alguna manera para llevarse a efecto con el menor esfuerzo posible y con el mínimo gasto de energía. La naturaleza es sabia y funciona con una facilidad libre de esfuerzos, busca simplificar los procesos y valora la simplicidad y elegancia. En el yoga se hace una descripción muy interesante: plantea que si uno involucra en cada acción de su vida todo su pensamiento, cuerpo y voluntad, el esfuerzo de cada parte de su ser va a ser mínimo, lográndose así la máxima eficiencia. Más que aplicar mucha energía, hay que saber dónde aplicarla para maximizar los resultados.

Según esta ley, las personas tendemos a buscar conseguir el máximo de resultados con el mínimo de gasto posible de energía, con el menor esfuerzo posible. Por ello, tendemos a buscar “atajos”, formas más simples y fáciles de lograr las cosas. Sin embargo, no siempre el camino más fácil es el mejor. Y más aún, no se puede obtener algo a cambio de nada. Todos los procesos de cambio y aprendizaje por los que pasamos para progresar en nuestro desarrollo humano (estudios; adquisición de hábitos positivos y corrección de negativos; enfrentar miedos y traumas; etc.), y en general todo por lo que vale la pena luchar en la vida requieren un esfuerzo  sostenido y consciente y mucho gasto de energía. En esos casos, la ley del mínimo esfuerzo se transforma en un obstáculo formidable para nuestras pretensiones del progreso.

Para entender mejor el efecto de esta ley, hay que tener presente dos conceptos fundamentales: EFECTIVIDAD o EFICACIA, y EFICIENCIA.

  • La efectividad se refiere a “hacer lo correcto o lo más conveniente”. En términos simples, se trata de cumplir el objetivo que nos hemos propuesto. Y un objetivo se puede cumplir de diversas maneras, desde un mínimo aceptable (aprobar con nota 4.0) hasta el óptimo (aprobar con nota 7.0). La ley del mínimo esfuerzo lleva a muchos a hacer lo justo y necesario para lograr el mínimo aceptable.

  • La eficiencia consiste en hacer las cosas con el menor gasto de energía posible. En el fondo, la ley del mínimo esfuerzo se refiere a esto. Resulta comprensible, humano y hasta deseable que una persona, con limitados recursos de tiempo, ganas y energía, tome la pragmática decisión de priorizar sus objetivos y decida centrarse más en algunos que en otros (nadie, por más que quiera, llega al óptimo en todo).

De estos dos conceptos, la eficacia tiene prioridad sobre la eficiencia. Y es que no se saca nada con hacer corectamente lo incorrecto. Sin eficacia, la eficiencia no sirve para nada, es como ordenar las sillas en la cubierta del Titanic. La eficiencia solamente tiene sentido cuando se sabe como cumplir el objetivo. A partir de ese momento, se puede pensar en maneras de cumplirlo con el menor gasto de energía posible.

De no ser compensada, la ley del mínimo esfuerzo nos hace caer en la mediocridad típica del alumno que aprueba todo con el “cuatrito”. Resulta evidentemente irracional la exigencia de llegar al óptimo en todo, pero si creo que uno siempre, en cada cosa que hace, tiene que  dar lo mejor de sí, llegar lo más alto que pueda, en especial en temas como la carrera y las relaciones familiares y de pareja. Dos alumnos con promedio 7.0 y 4.0 estarán igualmente aprobados, pero lo más probable que el de nota máxima haya logrado mayor grado de aprendizaje.  

La ley del mínimo esfuerzo se cruza y combina con otras. Por ejemplo, con el principio de inercia, que dice que todo sistema tiene a mantener su estado actual a menos que una fuerza externa lo obligue a cambiar. Como tendemos a minimizar el gasto de energía, nos cuesta obligarnos a hacer los esfuerzos que provocarán los cambios. También se cruza con la tendencia humana de buscar las sensaciones agradables y evadir las desagradables. A menos que busquemos algo significativo e importante para nosotros, tendemos fácilmente a caer en placeres inmediatos y obtenibles con mínimo esfuerzo, pero triviales y superficiales. I

El proceso de aprendizaje requiere una lucha constante contra la ley del mínimo esfuerzo. Hay que estar pendiente de vencer la inercia, ser capaces de postergar los placeres y gratificaciones inmediatas, saber priorizar objetivos y, en especial, ser capaces de ver más allá de la nota final. Muchas veces uno termina estudiando para aprobar y no para aprender, y eso lleva a no aprovechar a full el curso ni a desaroolar todo nuestro potencial.

Muchas veces me pregunté si valía la pena estudiar materias que nunca tendría que ocupar en el trabajo. De hecho, en la vida laboral se ocupa poco o nada de lo que se aprende en las aulas universitarias. ¿Cómo motivarse para aprender ante esta circunstancia?. Además del hecho de que cualquier conocimiento nunca está de más, y que uno nunca sabe cuando los puede necesitar, está el tan de moda concepto de “aprender a aprender”. Aunque sea redundante, la única manera de “aprender a aprender” es….aprendiendo algo. Y los estudios se prestan perfectamente para ello. Además, el crecimiento explosivo del conocimiento existe nos obliga a desarrollar la capacidad de escoger lo que necesitamos aprender en función de nuestros objetivos. Nadie puede ser experto en todo y existe el riesgo de ahogarse en el interminable mar de información. En la actualidad, un profesional necesita estar constantemente actualizándose y aprendiendo cosas nuevas para mantenerse vigente. Quizás nunca van a servir las materias que se aprenden, pero el trabajo que se tuvo que hacer para lograr el aprendizaje, las técnicas o estrategias usadas, la capacidad de priorizar y escoger qué aprender y que no……eso si va a ser útil en el futuro.  Pero para eso hay que ser capaz de proyectarse más allá de la próxima prueba…y ser capaz de vencer la ley del mínimo esfuerzo…o usarla a nuestro favor.