La marcha de los pinguinos II: tratando de entender a la nueva generación
La marcha de los pinguinos II: tratando de entender a la nueva generación
Intento rápido de entender a la generación de estudiantes que remece a la sociedad chilena (Bonus track: imágenes EXCLUSIVAS del paro en Valparaíso y Viña del Mar)
Además de poner en el tapete el tema del pésimo estado de nuestra educación, los “pingüinos” en paro han evidenciado que la generación adulta no ha sido capaz de entenderlos y de comunicarnos bien con ellos.
Esto va más allá de la ineficiencia de las autoridades de turno para prever y manejar las crisis. El tema es que, simplemente, los miramos en menos: como un grupo de pendejos que estaban jugando a ser “grandes”, pero no sabían donde estaban parados; como un grupo de mocosos flojos e ignorantes, fanáticos recalcitrantes de la ley del mínimo esfuerzo, carentes de la más mínima disciplina; desinteresados en todo lo que vaya más allá de su propio ombligo; que comulgan fácilmente con cualquier rueda de carreta; y sin más aspiraciones en la vida que ser parte del Team Mekano. Aunque son impulsivos (seguir con el paro después de la propuesta de la residenta Bachelet no me pareció muy astuto que digamos), la mala calidad de la educación se ha traducido en peor preparación y tienen todos los males de la inexperiencia, ha quedado claro que las generaciones adultas los hemos subestimado terriblemente.
Estos estudiantes han mostrado cualidades que nadie se imaginó que tenían. Aquí van:
* Un discurso coherente, más allá de que uno pueda concordar o no con lo que proponen. Algunos incluso han evidenciado una cabeza más clara que muchos políticos. Es cosa de leer algunos blogs de adolescentes para darse cuenta que, más allá de sus ripios, son capaces de pensar y escribir en forma bastante más que decente.
* Un grado de disciplina y organización francamente envidiables. En un comienzo, los secundarios se veían más organizados que el propio equipo de gobierno. La manera en que han administrado las tomas y sus actividades de manera de minimizar los hechos de violencia, reflejado en las imágenes de grupos de escolares dándole “guaraca” a algunos delincuentes que se estaban aprovechando del movimiento resultan demostrativos. Esto resulta extraño si pensamos en lo que sucede en muchas salas de clases, con alumnos conversando y molestando. No se trata del concepto reduccionista de la disciplina de las formaciones militares, de la tropa de alumnos sumisos trabajando en silencio so pena de recibir un varillazo en la espalda. Se trata de disciplina organizacional, centrada en un objetivo. Tal parece que. Cuando a estos chicos les interesa algo, son capaces que aguantar dias y dias durmiendo mal, comiendo poco y soportando presiones de diverso tipo.
* Un manejo notable de las posibilidades que les brinda la tecnología (celulares, fotologs, blogs). Y esto es especialmente importante, pues estos chicos se mueven como peces en el agua a través de la Internet, mientras que los adultos muchas veces no sabemos a qué atenernos. Estos chicos crecieron con el control remoto en la mano, y por ello no extraña que sepan cómo manejarse ante las cámaras.
* Saben que están tratando con políticos, es decir, con tipos que saben como negociar y manipular. A lo mejor su reticencia a negociar se explica porque saben que, a la primera distracción, les pueden encajar un gol, y manejar las cosas de manera de acallarlos y dejar las cosas más o menos igual. En pocas palabras, quieren respuestas concretas y no solamente buenas intenciones.
* Compromiso. Han demostrado interés por temas sumamente profundos. Cuando estos cabros se interesan en algo, son capaces de jugarse a muerte por ello.
* Una personalidad y una pachorra que me hubiera gustado tener a su edad. A lo mejor no saben tanto como nosotros en cuanto a conocimientos académicos, pero saben pararse de igual a igual ante cualquiera. Y, al menos hasta ahora, han sabido mantenerse en pie. Recuerdo que en mi colegio, en más de alguna ocasión mis compañeros querían cambiar una prueba o se quejaban de un profe, pero a la hora de encarar, se “cortaban enteros” y le quitaban el piso al presidente de curso. Ni en nuestros mejores sueños nos imaginamos logrando ni el 1% de lo que pudieron hacer estos cabros, que es nada menos que poner en jaque a un gobierno y mantener en vilo a un país.
La gran conclusión que puedo sacar de esto es que a los actuales secundarios no se les puede tratar de la misma manera que a los de antaño, con ese irritante desprecio por la “inexperiencia”, propio de la pedantería de quienes dicen o creen “saber más”. Porque ¿qué es la experiencia? Nada más que una serie de paradigmas bien aprendidos, que en mundo donde los cambios no eran tan grandes y las reglas eran más bien estables, podían asumir una validez general. Pero ahora los paradigmas cambian constantemente y hay que estar en constante proceso de aprendizaje, por lo que toda esa experiencia previa no sólo puede resultar inútil, sino que además hasta contraproducente. Ya no vale tanto eso de que “la juventud es una enfermedad que se pasa con el tiempo”, ni menos decirles “hazme caso porque yo soy más viejo que tú”, porque además hay muchos terrenos en los cuales ellos se manejan mejor que nosotros. Dentro de todos los cambios, el primero es dejar de tratarlos como tipos limitados, y dejar de imponerles nuestras experiencias de vida como verdades absolutas, porque las adquirimos en circunstancias absolutamente diferentes a las actuales.
Aplicando eso al tema de la enseñanza: estos cabros no son lesos, y se dan cuenta que le están pasando mal la materia, y además le están pasando cosas sin utilidad práctica. Aquí hay algo que siempre les digo a mis alumnos: a lo mejor lo que yo les estoy pasando en sí no les va a permitir ganar una sola moneda (a menos que no encuentren pega y se dediquen a la docencia), pero todo el trabajo mental e intelectual que van a tener que desarrollar para aprenderlo si que les va a servir. Al final, los conocimientos (que en el fondo son paradigmas) son entes desechables que sirven en la medida de su utilidad. Creo que las escuelas y universidades, más que meros acumuladores de información, harían mejor en formar atletas intelectuales, con mentes ágiles, críticas, flexibles y ávidas de aprendizaje. En ese sentido, las materias, más que un fin en sí, sería más bien un pretexto para desarrollar estas mentes atléticas.
Este es un tema para sociólogos, cientistas sociales, expertos en educación, académicos y para la sociedad en general. Lo único seguro es que nos enfrentamos a otro tipo de adolescente, absolutamente diferente a los tipos sumisos y reprimidos de finales de los 80, y con los que la manera tradicional de hacer las cosas ya no parece servir como antes. Ya no se trata de pescarlos de la oreja y dejarlos castigados sin comida.